El problema de muchos organismos oficiales que dicen dedicarse a la franja de edad que se denomina «juventud» es que, realmente, no tienen mucha idea de lo que este colectivo, en estos momentos, quiere o necesita. O, si nos ceñimos todavía más, lo que desconocen es lo que quieren, porque sus necesidades van en la gran mayoría unidas a lo que puedan llegar a desear. Es deseable, como siempre, escuchar sus opiniones con una mente abierta, preparados para oír muchas cosas que nos parecerán absurdas a priori, pero que en gran parte tienen su explicación para sus mentes aún inocentes y poco prácticas, resultado de haber salido hace poco de edades con poco responsabilidad o preocupación por el futuro.
Es por eso que muchas políticas dirigidas a los jóvenes no triunfan a largo plazo, si es que acaso consiguen hacer atraer su atención en un principio. Porque la verdad, todo lo que se haga tiene fecha de caducidad si no se tienen en cuenta los gustos y preferencias de los chicos y chicas a los que vaya dirigida cualquier actividad. Pero tampoco hay que ser un lince para averiguar qué podría gustar a los jóvenes entre 18 y 30 años, edades en las cuales ya pueden tener cierto control de su vida y cierto grado de responsabilidad. Asi que es de agradecer, y mucho, todas las campañas que se puedan lanzar sobre salud y sexualidad en los jóvenes, venga de quién venga; pero si es del gobierno y está dirigida exclusivamente a ellos, mejor.
Porque son muchos los estudios que demuestran que nuestras nuevas generaciones no tienen una educación sexual adecuada; craso error, evidentemente, y aún hay muchos adultos que no lo creen, dado la época del libertad e información sin límite en la que viven. Pero como dicen por ahí, no todo lo abundante es lo mejor, y definitivamente, lo barato sale caro. Es evidente que a la gente joven le interesa el sexo, cada vez a edades más tempranas; y el problema es que sus padres siguen reacios a ser claros y dar explicaciones sencillas, quizá por un problema de equivocados principios éticos que no tienen mucho que ver con la educación de los hijos, y sí con una educación paternal carca por mucho que no fueran responsables. Así que, independientes y resolutivos como son los chicos y chicas de hoy, buscan la información donde pueden; y así es como se ha hecho siempre, aunque claro, ahora es todo más fácil, porque hay cien mil sitios donde hacerlo.
¿Y más fácil significa mejor información? Pues seguramente no, porque su primera fuente es, sin duda alguna, el porno online. Muchas son las críticas hacia la pornografía, y las aceptaré si con ello nos damos cuenta de que los videos de las webs para adultos de internet no son precisamente un paradigma a adoptar en el comienzo de las relaciones sexuales. El porno jovencitas es la reina de las categorías, o al menos lo ha sido durante mucho tiempo; pero aunque esté dejando de ser la primera, no por eso deja de tener millones de adeptos, entre ellos muchos chicos jóvenes, que no llegan a entender que esas chicas desnudas que gritan de placer debajo de tíos que piensan más en darse gusto que en otra cosa, son realmente actrices que están simulando un papel. La mecánica podrá ser la correcta, pero las situaciones y las consecuencias que se derivan de estas prácticas, claramente no.
Y así, el porno acaba siendo parte de las vidas de muchos jóvenes (y jovencitas), que pasados unos años dicen tener una buena vida sexual, no por calidad, sino por cantidad en su gran mayoría. Nada los prepara para unos preliminares sanos, ni se habla de las relaciones sociales previas o posteriores al encuentro sexual, ni el control de natalidad y la prevención de las ETS. Son cosas que todos creen saber, pero que en la práctica se demuestra que no es así. Así que no hay que darle más vueltas: nuestros jóvenes necesitan una educación sexual clara y directa, y casi ya da igual quién se la proporciones, siempre que sea eficaz.